La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye al Trastorno Obsesivo Compulsivo (en adelante TOC) entre las veinte primeras enfermedades incapacitantes en el mundo, y entre las cinco enfermedades psiquiátricas más frecuentes.
Tal como indica el DSM-IV (APA, 2000), las obsesiones y compulsiones producen un malestar significativo, por el malestar y por las compulsiones realizadas por los pacientes, suponiendo más de 1 hora al día o interfiriendo marcadamente con la rutina diaria del individuo, sus relaciones académicas (o laborales) o en su vida social.
El TOC se define por las obsesiones y compulsiones. Según el DSM-V (APA, 2013), las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y repetitivos que se experimentan en algún momento del trastorno como intrusos e inapropiados, y causan ansiedad o malestar significativos. Por su parte, las compulsiones son comportamientos o actos mentales de carácter repetitivo, que el individuo se ve obligado a realizar en respuesta a sus obsesiones. El objetivo de estos comportamientos u operaciones mentales es la prevención o reducción del malestar o la prevención de algún acontecimiento o situación negativos.
Evolución del TOC
El TOC suele afectar de forma variable a las áreas familiar, social, laboral, académica e interpersonal de los pacientes. Aunque no todos los pacientes obsesivos sufren el trastorno en sus formas más severas, hay que tener en cuenta que en mayor o menor grado irá a afectar a áreas significativas de estas personas; además, los síntomas suelen empeorar con el curso del trastorno, limitando cada vez más al paciente.
El TOC es un trastorno crónico de curso episódico y su evolución más frecuente es la progresiva cronificación y las poco frecuentes remisiones. En períodos de seguimiento de 1 a 23 años se encuentra una tasa de remisión espontánea del 23% (Marks, 1991).
El curso episódico, con fases de total remisión, se da en una minoría de los pacientes. Lo habitual es que el trastorno prosiga un curso discontinuo, consistente en un período de que no haya sintomatología o síntomas residuales seguido de periodos de exacerbación de los síntomas. (Turner y Beidel, 1994).
Diagnóstico diferencial y comorbilidad
El pensamiento obsesivo que caracteriza al TOC debe diferenciarse de las rumiaciones que son comunes en los trastornos depresivos, y de las preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real, que son típicas del trastorno de ansiedad generalizada. Las rumiaciones en los trastornos depresivos son congruentes con su estado de ánimo y son egosintónicas al yo, o sea, las creencias sostenidas por las personas son congruentes con su personalidad, sus valores, sus principios, su esquema de vida. En el trastorno de ansiedad generalizada, se presentan preocupaciones realistas sobre eventos de la vida diaria. En contraste, en el TOC las obsesiones son egodistónicas (van en contra a sus valores, principios) son consideradas irreales y son resistidas (Leahy y Holland, 2000). Vaughan (1976) encontró una incidencia de depresión entre pacientes obsesivos del 17% al 35%. Turner y cols. (1985) encontraron que todos los pacientes evaluados tenían un grado significativo de depresión evaluados mediante BDI. Los pacientes obsesivos obtienen puntuaciones similares a otros pacientes con ansiedad en varios instrumentos psicométricos con una tendencia a puntuaciones más extremas (Turner y cols., 1985). El miedo al pánico en los sujetos con trastorno de ansiedad es muy similar al miedo a descontrolarse en los obsesivos. Además, los pacientes obsesivo-compulsivos suelen responder favorablemente a los tratamientos conductuales utilizados en otros trastornos de ansiedad (Marqués et al., 2005).
Tratamiento
Sobre el tratamiento, las herramientas principales y más efectivas que se utilizan en la actualidad por la mayoría de los profesionales son la medicación y la terapia cognitivo conductual. Las terapias combinadas son más efectivas que aplicadas de forma individual (Marqués et al., 2005).La medicación altera el nivel de serotonina, mientras que la terapia cognitivo-conductual (TCC) ayuda a modificar la conducta y sus creencias rígidas enseñando al paciente habilidades necesarias para resistir las compulsiones y las obsesiones. La medicación puede reducir el nivel de ansiedad, facilitando de ese modo la efectividad de los principios de la TCC (Hyman & Pedrick, 2009). Según Montero et al. (2013), dentro de la TCC está demostrado que combinar la exposición con la prevención de respuesta (EPR) es la técnica de mayor efectividad para el tratamiento del TOC. A través de la misma, el paciente se expone en vivo y/o en un escenario imaginario a los estímulos externos e internos temidos al mismo tiempo que se previenen que el paciente no haga las compulsiones hasta que la ansiedad disminuye significativamente. En esta técnica podemos encontrar fundamentalmente dos elementos: la exposición y la prevención. La exposición implica la confrontación del paciente a las situaciones que están relacionados con el contenido de sus obsesiones y le provocan algún tipo de sufrimiento. Se empieza primero con situaciones calificadas por el paciente que le provocan menos ansiedad y se va progresando en su intensidad con el tiempo. La prevención de respuesta consiste en evitar que el paciente realice los comportamientos compulsivos que neutralicen o eviten las obsesiones.